Pero el amor, esa palabra...
veneno y miel

Y tal parece que soy una de las pocas personas que les gusta más escuchar que hablar, pero no lo puedo callar todo, por eso me creé un blog.

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Caminantes del mismo camino con rumbos diferentes
15 de marzo de 2014 (2:26 p. m.) | 0 flores


Amo tus ojeras
Y las mías
Hijas del mismo trasnocho
De esas conversaciones
Que no recuerdo
Ni recuerdas.

Esas noches
De tanto aprendizaje
Me han mostrado
El misterio
La hermosura que se esconde
Tras el acto simple
De hablar tonterías
Con alguien importante.

Dormimos sobre
La misma almohada
De ilusiones
Aunque a distancia
Compartimos la sábana
De la amistad verdadera.
Soñamos lo mismo
Sin cerrar jamás los ojos
Ambos tan sedientos
De amor verdadero
Tan incapaces
De saciar la sed del otro
Tan juntos en nuestra búsqueda
Tratando de encontrar aquello
Que no hallamos en nosotros.

No hay cabida a la lujuria
Ni en la imaginación
Pero si mucho cariño
En cada abrazo que compartimos
Caminantes del mismo camino
Con rumbos diferentes.

Lenin Vargas
(Esto de tener mejores amigos que me escriban poemas es lo máximo <3)

Nadie encuentra lo que no está buscando
12 de marzo de 2014 (10:14 p. m.) | 0 flores

 
Nadie encuentra lo que no está buscando. No es verdad que las cosas aparecen de pronto; que, sorpresivamente, cuando para la lluvia, vemos una hermosísima flor en el tallo en el que antes no había nada. Allí hubo, por lo menos, un capullo cerrado, algo que estaba por abrirse, por transformarse en flor...

Cuando un hombre encuentra a una mujer, cuando una mujer encuentra a un hombre... los dos estaban buscándose. Por soledad. O por dolor. O por ganas de revivir la vida insuflándole oxígeno a los los pulmones. O porque sí. ¿Por qué explicarlo todo? ¿Por qué decir que la causa, el efecto, que la casualidad no existe, que...? Mejor pensemos que lo importante es que, cuando no hay alguien a nuestro lado, no hacemos tostadas (¿para mí solamente? (No...), no gastamos el frasco de perfume, duran menos las latas de atún y más las milanesas en el freezer, compramos con más nostalgia que alegría un ramito de flores para llevar a casa, y estrenamos muy pocas cosas. Se van yendo las ganas, como se va la luz, poquito a poco... Y la noche nos asesta su golpe con el recuerdo, nos envía sus fantasmas más tristes, sus sombras incansables e inclementes. La noche que no termina nunca, que crece, que atormenta, que entrevera nombres, que ronda, que agiganta las lágrimas hasta transformarlas en un océano. Estamos solos porque no hacemos una llamada. Porque no damos el paso que nos acerca.

Porque no decimos la primera palabra que se transforme en puente. Nadie encuentra lo que no está buscando. ¿Por qué crees que vos y yo nos encontramos? ¿Desde dónde venías acercándote? ¿Desde cuándo yo esperaba que llegaras? ¿Por qué yo? ¿Por qué vos? ¿Por qué nosotros? ¿Por qué crees que no te desviaste, con otro rumbo, que no fuiste más hacia el sur, o más al norte, o al otro lado del mar incalculable? ¿Por qué pensás que me detuve para que pudieras alcanzarme, extender las dos ramas de tus brazos, abarcarme con toda tu ternura como diciéndome "ahora ya no te parará nada malo, nada triste, nada cruel"; podes dejar de llorar, podes dormir con los ojos cerrados, mansamente y, al despertar, no estarás sola... Nunca más estarás sola. "¿Y yo estaré solo nunca más...?" ¿Por qué? Porque los dos estábamos buscándonos.

Porque desde aquella lejana, lejanísima primera vez que nos vimos, quedó un delgado, finísimo, invisible hilo uniéndonos... un hilo que nada puede cortar, un hilo que atraviesa paredes, muros, montañas... un hilo indestructible que no soltaste, que no solté, y que al fin volvió a reunirnos para que la historia termine su retrato, tal vez poniendo un poco menos de tonalidad en la paleta, o distintos colores y brillos, pero retornando a los dos mismos protagonistas.

Vos y yo.  Regresando. Volviendo al paraíso prometido que salimos a buscar sin saber que lo teníamos tan cerca, debajo de los pies. Cuando un hombre encuentra a una mujer, cuando una mujer encuentra a un hombre... los dos estaban buscándose. Nadie encuentra lo que no está buscando. ¿Me entendés, ahora?

Durará lo que dure el mundo 
Poldy Bird

Quedate en silencio y escucha mis palabras
10 de marzo de 2014 (1:45 p. m.) | 0 flores

Cásate. Este sábado, cásate. Y múdate a la playa, deja que ella decore la casa. Que llene tus rincones. Ten muchos hijos, o sólo uno y consiéntelo. Ve a tu boda este sábado y prométele un amor más allá del amor. Pero cúmplelo, por ella. Ella lo vale.
Ámala, oblígate a amarla. Incluso cuando sea la mujer más insoportable del lugar, ámala. Toma su cabello cuando vomite y vacíe su noche en el inodoro. Tómalo. Dile lo bien que le queda ese vestido verde que tanto odias. Miéntele. Nunca le confirmes que se ve gorda. Miéntele.
Acompáñala donde sus padres, y no la dejes sola. Sabes que le da miedo enfrentarlos, no la dejes sola.
Ve a tu boda el sábado y no leas tus votos, memorízalos. Baila la canción que eligió para ustedes. Sonríe en cada foto que les tomen juntos. Desabróchate la corbata y siéntate en la mesa donde haya más gente desconocida. Pregúntales qué piensan del pastel.
Recuerda obligarte a amarla. Todos los días de tu vida, oblígate a amarla.
Dile los secretos que a mí nunca me contaste porque te daba vergüenza. Desnúdate. Nunca dejes que su cabeza toque la cama sin tu brazo detrás. Haz de su vida TU vida.
Escúchala. Yo sé que eso es lo más difícil para ti, pero hazlo. Se espontáneo: róbale un beso en el trabajo, frente a su ex novio, incluso dormida. Bésala mucho.
No me extrañes. Ni en la boda ni en ningún lado. Ve a tu boda y no pienses que habría sido mejor no dejarme ir. No me imagines en ese vestido de novia, sabes que yo siempre seré un caos.
Bórrate de mi mapa. No me busques en los cafés de París, olvídame. Oblígate a amarla, de ahora en adelante, no olvides amarla. Cuenta con ella, y asegúrate de que ella cuente contigo. Enséñale la cicatriz que tienes en la pierna, deja que te explore. Arráncale los miedos, límpiala de todo dolor.
Haz que se sienta segura. Llévala a nadar mar abierto, y naufraguen un rato. Hazle el amor en un hotel siempre distinto. Siéntela. Jueguen. Manda a tus hijos al extranjero y endéudate con la hipoteca. Envejece y estremécete con sus arrugas. Recorre cada uno de sus lunares.
Angústiate cuando pierda peso. Llévala al mejor hospital de Houston. Cómprale las medicinas y la marihuana para el dolor. Cúrala. Consíguele un retazo para cuando la radiación le haya borrado el cabello. Muéstrale las fotos de su boda aquél sábado, y vuelve a contarle tu anécdota de la noche de bodas. Sabes que reirá por dentro.
Déjala morir.
Respira.

Autor desconocido

Cuando aún nos cueste despertar por la mañana sin evitar mirar al otro lado de la cama, por si aún no nos hemos ido
9 de marzo de 2014 (8:17 p. m.) | 0 flores

 La soledad debe de ser como una noche sin estrellas. Nos estuvimos quemando un tiempo, pero supongo que nadie vino a salvarnos porque las cenizas las teníamos por dentro. Terminamos siendo un montón de ruinas, y no es algo bonito, no vendrán turistas a contemplarnos, dentro de un tiempo, cuando aún nos cueste despertar por la mañana sin evitar mirar al otro lado de la cama, por si aún no nos hemos ido y aquella despedida no fue más que un maldito, estúpido e irreal sueño. No lo fue. Y desde entonces sobrevivimos lo mejor que podemos, es decir, morimos lo peor que sabemos, pero morimos; y no es que dejemos de vivir, sino que empezamos a no saber hacerlo. Primero el pie derecho, luego el izquierdo, luego otra vez el derecho y, de nuevo, el izquierdo, y así caminar, que la gente sepa que sigues vivo a tu manera, o a la suya, porque por dentro estás ausente, como cuando el teléfono suena de madrugada y nadie responde la llamada a tiempo. "¿Quién es?, ¡¿dígame?", y contesta el silencio. Así mismo es la vida después de una despedida. No sabría explicarme, pero sé que tengo razón. Y pasarán los meses, otoño vestirá de marrón los parques, y la lluvia caerá sobre todas esas veces que nunca lo intentamos; borrará los caminos por donde pasamos, los atajos que cogía para llegar a tu casa antes de que empezase a echarte demasiado en falta. Pasará el tiempo y todo lo demás. Olvidar no sé si olvidaremos, lo único que sé es que, en algún momento, podremos empezar a recordar a alguien como si tú y yo nunca hubiésemos sido nosotros. Será como hacer una mudanza en la que, en lugar de muebles, nos mudamos el uno al otro de nuestras mentes. Y ya no nos doleremos. Ya no.

Autor desconocido

A la sombra de nuestras almas se encontraron nuestros cuerpos y se amaron
7 de marzo de 2014 (10:15 p. m.) | 0 flores


¿Es que hacemos las cosas sólo para recordarlas?
¿Es que vivimos solo para tener memoria de nuestra vida?
Porque sucede que hasta la esperanza es memoria y que el deseo es el recuerdo de lo que ha de venir.

¡Paraíso perdido será siempre el paraíso! A la sombra de nuestras almas se encontraron nuestros cuerpos y se amaron. Se amaron con el amor que no tiene palabras, que tiene sólo besos. El amor que no deja rastro de sí, porque es como la sombra de una nube, la sombra fresca y ligera en que se abren las rosas.

Sexo puro, amor puro. Limpio de engaños y emboscadas. Afán del cuerpo solo que juega a morirse. Risa de dos, como la risa del agua y del niño; la risa de la bestia bajo la lluvia que ríe.

Sobre tu piel llevas todavía la piel de mi deseo, y mi cuerpo está en vuelto en ti, igual de sal y de olor.

¿En donde estamos, desde hace tantos siglos, llamándonos con tantos nombres Eva y Adan? He aquí que nos acostamos sobre la yerba del lecho, en el aire violento de las ventanas cerras, bajo todas las estrellas del cuarto a obscuras.

Jaime Sabines

Y la sintió llorar de felicidad contra su cara que un nuevo cigarrillo devolvía a la noche del cuarto y del hotel
6 de marzo de 2014 (11:11 a. m.) | 0 flores

 A Oliveira le gustaba hacer el amor con la Maga porque nada podía ser más importante para ella y al mismo tiempo, de una manera difícilmente comprensible, estaba como por debajo de su placer, se alcanzaba en él un momento y por eso se adhería desesperadamente y lo prolongaba, era como un despertarse y conocer su verdadero nombre, y después recaía en una zona siempre un poco crepuscular que encantaba a Oliveira temeroso de perfecciones, pero que la Maga sufría de verdad cuando regresaba a sus recuerdos y a todo lo que oscuramente necesitaba pensar y no podía pensar, entonces había que besarla profundamente, incitarla a nuevos juegos, y la otra, la reconciliada, crecía debajo de él y lo arrebataba, se daba entonces como una bestia frenética, los ojos perdidos y las manos torcidas hacia adentro, mítica y atroz como una estatua rodando por una montaña, arrancando el tiempo con las uñas (…). Una noche le clavó los dientes, le mordió el hombro hasta sacarle sangre porque él se dejaba ir de lado, un poco perdido ya, y hubo un confuso pacto sin palabras, Oliveira sintió como si la Maga esperara de él la muerte, algo en ella que no era su yo despierto, una oscura forma reclamando una aniquilación, una lenta cuchillada boca arriba que rompe las estrellas de la noche y devuelve el espacio a las preguntas y a los terrores. Sólo esa vez, excentrado como un matador mítico para quien matar es devolver el toro al mar y el mar al cielo, vejó a la Maga en una larga noche de la que poco hablaron luego, la hizo Pasifae, la dobló y la usó como un adolescente, la conoció y le exigió las servidumbres de la más triste puta, la magnificó a constelación, la tuvo entre los brazos oliendo a sangre, le hizo beber el semen que corre por la boca como el desafío al Logos, le chupó la sombra del vientre y de la grupa y se la alzó hasta la cara para untarla de sí misma en esa última operación de conocimiento que sólo el hombre puede dar a la mujer, la exasperó con piel y pelo y baba y quejas, la vació hasta lo último de su fuerza magnífica, la tiró contra una almohada y una sábana y la sintió llorar de felicidad contra su cara que un nuevo cigarrillo devolvía a la noche del cuarto y del hotel.

Rayuela, fragmento capítulo 5
Julio Cortázar

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo
1 de marzo de 2014 (10:53 a. m.) | 0 flores


Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste... No sé si te quería...
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero al quedarme solo sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí...
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.

Jose Luis Buesa