Pero el amor, esa palabra...
veneno y miel

Y tal parece que soy una de las pocas personas que les gusta más escuchar que hablar, pero no lo puedo callar todo, por eso me creé un blog.

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Dos cuerpos que se juntan desnudos
30 de diciembre de 2013 (12:14 p. m.) | 0 flores


Dos cuerpos que se juntan desnudos
solos en la ciudad donde habitan los astros
inventan sin reposo el deseo.
No se ven cuando se aman, bellos
o atroces arden como dos mundos
que una vez cada mil años se cruzan en el cielo.
Sólo en la palabra, luna inútil, miramos
cómo nuestros cuerpos son cuando se abrazan,
se penetran, escupen, sangran, rocas que se destrozan,
estrellas enemigas, imperios que se afrentan.
Se acarician efímeros entre mil soles
que se despedazan, se besan hasta el fondo,
saltan como dos delfines blancos en el día,
pasan como un solo incendio por la noche.

Se juntan desnudos
Jorge Gaitán Durán

Yo bebiendo de ti todo el amor que necesito, y tú encontrando en mí todas las fuerzas que te faltan
22 de diciembre de 2013 (2:01 p. m.) | 0 flores


          Ahora te deseo y te quiero, pero no me aflige ni la distancia, ni el amor. Pasarán estos meses y estarás de nuevo a mi lado; pasarán todas las ausencias que nos esperen en la vida, y siempre estarás a mi lado, no podremos dejar de estar juntos; yo bebiendo de ti todo el amor que necesito, y tú encontrando en mí todas las fuerzas que te faltan

Jaime Sabines

Y que el placer que juntos inventamos sea otro signo de la libertad
21 de diciembre de 2013 (2:30 a. m.) | 0 flores


          Todo lo que de vos quisiera es tan poco en el fondo porque en el fondo es todo, como un perro que pasa, una colina, esas cosas de nada, cotidianas, espiga y cabellera y dos terrones, el olor de tu cuerpo, lo que decís de cualquier cosa, conmigo o contra mía, todo eso es tan poco, yo lo quiero de vos porque te quiero. Que mires más allá de mí, que me ames con violenta prescindencia del mañana, que el grito de tu entrega se estrelle en la cara de un jefe de oficina, y que el placer que juntos inventamos sea otro signo de la libertad.

Julio Cortázar

Y estaremos sin vernos largos meses, y olvidaré el sabor de tus caricias, y mis amigos te darán noticias de “aquel amigo tuyo”.
20 de diciembre de 2013 (9:00 a. m.) | 0 flores


Conque entonces, adiós. ¿No olvidas nada?
Bueno, vete… Podemos despedirnos.
¿Ya no tenemos nada qué decirnos?
Te dejo, puedes irte…
Aunque no, espera,
espera todavía
que pare de llover… Espera un rato.
Y sobre todo, ve bien abrigada,
pues ya sabes el frío que hace allí afuera.
Un abrigo de invierno es lo que habría
que ponerte… ¿De modo que te he devuelto todo?
¿No tengo tuyo nada?
¿Has tomado tus cartas, tu retrato?
Y bien, mírame ahora, amiga mía;
pues que, en fin, ya va uno a despedirse.
¡Vaya! no hay que afligirse;
¡vamos!, ¡no hay que llorar, qué tontería!
¡Y qué esfuerzo tan grande
necesitan hacer nuestras cabezas,
para poder imaginar y vernos
otra vez los amantes
¡aquéllos tan rendidos y tan tiernos
que habíamos sido antes!
Nos habíamos las vidas entregado
para siempre, uno al otro, enteramente,
y he aquí que ahora nos las devolvemos,
y tú vas a dejarme y yo voy a dejarte,
y pronto partiremos
cada quien con su nombre, por su lado…
Recomenzar… vagar…
vivir en otra parte…
Por supuesto, al principio sufriremos.
Pero luego vendrá piadoso olvido,
único amigo fiel que nos perdona;
y habrá otra vez en que tú y yo tornaremos
a ser como hemos sido,
entre todas las otras, dos personas.
Así es que vas a entrar a mi pasado.
Y he de verte en la calle desde lejos,
sin cruzar, para hablarte, a la otra acera,
y nos alejaremos distraídos
y pasarás ligera
con trajes para mí desconocidos.
Y estaremos sin vernos largos meses,
y olvidaré el sabor de tus caricias,
y mis amigos te darán noticias
de “aquel amigo tuyo”.
Y yo a mi vez, con ansia reprimida
por el mal fingido orgullo,
preguntaré por la que fue mi estrella
y al referirme a ti, que eres mi vida,
a ti, que eras mi fuerza y mi dulzura,
diré: ¿Cómo va aquella?
Nuestro gran corazón, ¡qué pequeño era!
Nuestros muchos propósitos, ¡qué pocos!;
y sin embargo, estábamos tan locos
al principio, en aquella primavera.
¡Te acuerdas? ¡La apoteosís! ¡El encanto!
¡Nos amábamos tanto!
¿Y esto era aquel amor? ¡Quién lo creyera!
De modo que nosotros, aún nos
cuando de amor hablamos
¿somos como los otros?
He aquí el valor que damos
a la frase de amor que nos conmueve.
¡Qué desgracia, Dios mío que seamos
lo mismo que son todos! ¡Cómo llueve!
Tú no puedes salir así lloviendo.
¡Vamos!, quédate, mira, te lo ruego,
ya trataremos de entendernos luego.
Haremos nuevos planes,
y aun cuando el corazón haya cambiado,
quizá revivirá el amor pasado
al encanto de viejos ademanes.
Haremos lo posible;
se portará uno bien. Tú, serás buena,
Y luego… es increíble,
tiene uno sus costumbres; la cadena
llega a veces a ser necesidad.
Siéntate aquí, bien mío:
recordarás junto de mí tu hastío,
y yo cerca de ti mi soledad.

Paul Geraldy

Antes y después el mundo se ha hecho pedazos y hay que nombrarlo de nuevo, dedo por dedo, labio por labio, sombra por sombra.
19 de diciembre de 2013 (12:36 p. m.) | 0 flores

Su mano encontró la de Oliveira cuando al mismo tiempo se agachaban para levantar el cobertor. Toda esa tarde él asistió otra vez, una vez más, una de tantas veces más, testigo irónico y conmovido de su propio cuerpo, a las sorpresas, los encantos y las decepciones de la ceremonia. Habituado sin saberlo a los ritmos de la Maga, de pronto un nuevo mar, un diferente oleaje lo arrancaba a los automatismos, lo confrontaba, parecía denunciar oscuramente su soledad enredada de simulacros. Encanto y desencanto de pasar de una boca a otra, de buscar con los ojos cerrados un cuello donde la mano ha dormido recogida, y sentir que la curva es diferente, una base más espesa, no tendón que se crispa brevemente con el esfuerzo de incorporarse para besar o morder. Cada momento de su cuerpo frente a un desencuentro delicioso, tener que alargarse un poco más, o bajar la cabeza para encontrar la boca que antes estaba ahí tan cerca, acariciar una cadera más ceñida, incitar a una réplica y no encontrarla, insistir, distraído, hasta darse cuenta de que todo hay que inventarlo otra vez, que el código no ha sido estatuido, que las claves y las cifras van a nacer de nuevo, serán diferentes, responderán a otra cosa. El peso, el olor, el tono de una risa o de una súplica, los tiempos y las precipitaciones, nada coincide siendo igual, todo nace de nuevo siendo inmortal, el amor juega a inventarse, huye de sí mismo para volver en su espiral sobrecogedora, los senos cantan de otro modo, la boca besa más profundamente o como de lejos, y en un momento donde antes había como cólera y angustia es ahora el juego puro, el retozo increíble, o al revés, a la hora en que antes se caía en el sueno, el balbuceo de dulces cosas tontas, ahora hay una tensión, algo incomunicado pero presente que exige incorporarse, algo como una rabia insaciable. Sólo el placer en su aletazo último es el mismo; antes y después el mundo se ha hecho pedazos y hay que nombrarlo de nuevo, dedo por dedo, labio por labio, sombra por sombra.

Fragmento capítulo 92 de Rayuela
Julio Cortázar

Tú venías
18 de diciembre de 2013 (11:02 a. m.) | 0 flores



No me has hecho sufrir
sino esperar.
   
Aquellas horas
enmarañadas, llenas
de serpientes,
cuando
se me caía el alma y me ahogaba,
tú venías andando,
tú venías desnuda y arañada,
tú llegabas sangrienta hasta mi lecho,
novia mía,
y entonces
toda la noche caminamos
durmiendo
y cuando despertamos
eras intacta y nueva,
como si el grave viento de los sueños
de nuevo hubiera dado
fuego a tu cabellera
y en trigo y plata hubiera sumergido
tu cuerpo hasta dejarlo deslumbrante.
   
Yo no sufrí amor mío,
yo sólo te esperaba.
Tenías que cambiar de corazón
y de mirada
después de haber tocado la profunda
zona de mar que te entregó mi pecho.
Tenías que salir del agua
pura como una gota levantada
por una ola nocturna.
   
Novia mía, tuviste
que morir y nacer, yo te esperaba
Yo no sufrí buscándote,
sabía que vendrías,
una nueva mujer con lo que adoro
de la que no adoraba,
con tus ojos, tus manos y tu boca
pero con otro corazón
que amaneció a mi lado
como si siempre hubiera estado allí
para seguir conmigo para siempre.

Tú venías
Pablo Neruda

Sin embargo, todavía dudo de esta buena suerte porque el cielo de tenerte me parece fantasía
17 de diciembre de 2013 (12:30 p. m.) | 0 flores


No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría
palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo
tus manos y sin embargo
todavía no lo creo
tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que por cábala lo digo
y por las dudas lo canto
nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa
sin embargo todavía
dudo de esta buena suerte
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía
pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro
y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido
y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
todavía.

Todavía
Mario Benedetti

Los besos están sobrevalorados
16 de diciembre de 2013 (2:30 a. m.) | 0 flores


Los besos están sobrevalorados.
Se regalan en cada esquina.
Por eso me gustan más tus movimientos de pestañas,
mientras descubro que me estás mirando.
Eso vale más que todos los besos que me pueden dar en una noche.

Anónimo

Pero tú ya sabes cómo mentimos los poetas
15 de diciembre de 2013 (4:00 p. m.) | 0 flores


Ya no eres
ni estás
ni quieres
ni sientes
ni soy,
ni te espero
ni te ansío.
Pero tú ya sabes cómo mentimos los poetas.

Autor desconocido

Te borraría de mi mente
13 de diciembre de 2013 (9:39 a. m.) | 0 flores


Te borraría de mi mente,
pero a mitad del proceso,
vería de uno en uno los recuerdos
que tuvimos, todos esos recuerdos
que harán que mientras más te quiera olvidar,
más querré que te quedes en mi mente,
porque ahí es donde perteneces.

Eterno resplandor de una mente sin recuerdos

La infinita
12 de diciembre de 2013 (4:01 p. m.) | 0 flores


¿Ves estas manos? Han medido
la tierra, han separado
los minerales y los cereales,
han hecho la paz y la guerra,
han derribado las distancias
de todos los mares y ríos,
y sin embargo
cuando te recorren
a ti, pequeña, grano de trigo, alondra,
no alcanzan a abarcarle,
se cansan alcanzando
las palomas gemelas
que reposan o vuelan en tu pecho,
recorren las distancias de tus piernas,
se enrollan en la luz de tu cintura.
Para mí eres tesoro más cargado
de inmensidad que el mar y sus racimos
y eres blanca y azul y extensa como
la tierra en la vendimia.
En ese territorio,
de tus pies a tu frente,
andando, andando, andando,
me pasaré la vida.

La infinita
Pablo Neruda

Esto es urgente porque la eternidad se nos acaba
11 de diciembre de 2013 (2:06 p. m.) | 0 flores


Te quiero porque tienes
las partes de la mujer en el lugar preciso
y estás completa.
No te falta ni un pétalo,
ni un olor, ni una sombra.

Colocada en tu alma,
dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
leche de luna en las oscuras hojas.
Quizás me ves,
tal vez, acaso un día,
en una lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes,
soy la mancha, un punto en la pared,
alguna raya que tus ojos, sin ti,
se quedan viendo.

Quizás me reconoces
como una hora antigua
cuando a solas preguntas, te interrogas
con el cuerpo cerrado y sin respuesta.

Soy una cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro.

¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras
me dirás que te amo? Esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba.
Recoge mi cabeza. Guarda el brazo
con que amé tu cintura. No me dejes
en medio de tu sangre en esa toalla.

Jaime Sabines

Tuve una vez un gran amor
8 de diciembre de 2013 (12:08 p. m.) | 0 flores


Tuve una vez un gran amor
que derribó mi casa, agrietó mis puentes
y me hizo perder el equilibrio.
Después vinieron las réplicas: amoríos de baja
intensidad que ni siquiera me hicieron temblar.
En cuanto al gran amor, ay mísero de mí,
todavía respira debajo de las ruinas.

Óscar Hahn

Y después de tanto tiempo, nos volvimos a ver
6 de diciembre de 2013 (5:04 p. m.) | 0 flores


Y después de tanto tiempo,
nos volvimos a ver.
Ya no éramos
los mismos;
éramos dos
extraños
con algo
en común:
un recuerdo;
una remembranza
que aún respira,
que aún vaga
como un fantasma
entre los escombros
de anhelos sumergidos.
Y nos volvimos a ver,
después de tanto tiempo,
quizás para saber,
que tuvimos nuestro momento,
un momento para el recuerdo.

Rourke Boada

Ana me rompió el corazón, pero al herirlo, lo creó
1 de diciembre de 2013 (5:14 p. m.) | 0 flores


Ana me rompió el corazón,
pero al herirlo, lo creó.
Nunca lo entenderías.
Mi pobre Ana.
Mi querida Ana.
Nunca hubiera podido
pagarte esto
que hiciste por mí,
iluminaste el lado
oscuro de mi corazón.
¿Por qué decidiste
permanecer pobre,
dejándome a mí tan rico?

El lado oscuro del corazón - 1992 (Película)