Yo nostalgio, tú nostalgias y cómo me revienta que él nostalgie
28 de febrero de 2013 (3:10 p. m.) | 0 flores
Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabés
cómo te pienso y te enumero.
Después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco.
Yo nostalgio
tú nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie
Tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros.
No olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable.
Ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
con hondura
con franqueza
sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas.
Mario Benedetti
Historia de un poeta que quiso encontrar a la mujer que volaba por medio de poesía
27 de febrero de 2013 (12:48 p. m.) | 0 flores
Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de sorportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme! Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera pluma! Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres... ¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte. Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo. ¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo! Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar.
Oliverio Girondo
Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante
26 de febrero de 2013 (9:04 a. m.) | 0 flores
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
Te quiero a las diez de la mañana
Jaime Sabines
Te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitas a saltar y no puedo dar el salto
25 de febrero de 2013 (9:47 a. m.) | 0 flores
Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitas a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (como te gusta el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado. Y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños.
Rayuela
Julio Cortázar
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos
24 de febrero de 2013 (8:22 p. m.) | 0 flores
"Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos
pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar."
Ventajas sobre la utopía
Eduardo Galeano
Soy la que conoce el tacto y el olor del amor
(10:14 a. m.) | 0 flores
Yo soy la que mira,
yo soy la que oye,
la que se lo dice en secreto,
la que acierta por instinto,
la que olvida que acertó y puede acertar otra vez,
soy la que no se distrae con las palabras,
soy la que conoce el tacto y el olor del amor,
soy quien sabe rodear cuando la prisa lo pide,
la que sabe llegar pronto cuando el tiempo es generoso.
Yo soy la mujer que mira sin mirar,
la que sueña el futuro y lo recuerda en la mañana,
la que hiere con dulzura,
soy el vientre que encubre,
soy el pulso de la sorpresa,
yo soy la unidad,
la que sabe cómo hablar, la que sabe cuándo quedarse
callada.
No sé lo que era pero teníamos algo especial y lo sabíamos
23 de febrero de 2013 (10:28 p. m.) | 0 flores
"No sé lo que era pero teníamos algo especial y lo sabíamos. Lo podías ver en el modo que nos movíamos y hablábamos. No hablábamos mucho, lo dábamos todo por sobreentendido, y eso era lo que ponía negro a todo el mundo, el aire de seguridad que despedíamos."
La senda del perdedor / XXI (fragmento)
Bukowski Charles
Nos hicieron creer
22 de febrero de 2013 (7:22 p. m.) | 0 flores
Nos hicieron creer que el “gran amor” sólo sucede una vez, generalmente antes de los 30 años. No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado.
Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacimos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta. Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía, es más agradable.
Nos hicieron creer en una fórmula llamada “dos en uno”: dos personas pensando igual, actuando igual, que era eso lo que funcionaba. No nos contaron que eso tiene nombre: anulación. Que sólo siendo individuos con personalidad propia podremos tener una relación saludable.
Nos hicieron creer que casarse es obligatorio, y que los deseos fuera de término deben ser reprimidos. Nos hicieron creer que los guapos y delgados son más amados.
Nos hicieron creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos, y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad. No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, frustran a las personas, son alienantes, y que podemos intentar otras alternativas. Ah, tampoco nos dijeron que nadie nos iba a decir todo esto.
Cada uno lo va a tener que descubrir sólito. Y ahí, cuando estés muy enamorado de ti, vas a poder ser muy feliz y te vas a enamorar de alguien.
Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor… aunque la violencia se practica a plena luz del día.
John Lennon
¿De qué somos, que tocarnos nos gusta tanto?
(9:10 a. m.) | 0 flores
- ¿De qué somos, que tocarnos nos gusta tanto? - Preguntó él.
- De sentimientos... - Caviló ella - De nubes de colores... de chocolate y vainilla... de pasiones y placeres... de dolores y heridas...
Una brisa de aire jugueteó con el cabello de ella.
- Creo que somos de aire... - Comentó él, mientras entrelazaba su mano con la de ella - Es maravilloso sentir el aire entre tus dedos...
Ricardo Castillo
Como si se pudiese elegir en el amor
21 de febrero de 2013 (12:36 p. m.) | 0 flores
Lo que mucha gente llama amor consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Tú dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Tú no eliges la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando sales de un concierto...
Rayuela
Julio Cortázar
Mira, yo no sé lo que haces, pero desde que lo haces, todo es maravilloso
20 de febrero de 2013 (8:55 a. m.) | 0 flores
Ando al borde de los equilibrios en la suma de tenerte y darte un pellizco para saber que es verdad, que existes en serio y eres capaz de sostener toda una realidad a tu antojo. Y es este nunca mirar hacia atrás cuando te tengo delante, este deslizo primavera en tu espalda, esta manía mía de no acostumbrarme a verte inmiscuida en mi mundo que lo transforma todo. Y desde aquí te digo que me voy a especializar en tus relámpagos y me voy a intranquilizar en cada nueva cita, y te voy a probar "a la manera en que los panaderos prueban el pan", es decir, con la boca hasta que todo esté tan borroso como mis ojos de 5 de la mañana y vuelvan los garabatos a mezclarse en tu risa y mi cama no sepa dónde meterse. Te cogeré en brazos y por un instante cerraré los ojos para siempre y hablaré en voz muy baja de la eternidad, de los suspiros que me callo cada vez que me besas, que a estas alturas de curso solo aspiro a mirarte de reojo en los examenes, a escribirte tonterías en los apuntes, a dejar trocitos de mis desastres en tus bolsillos. Nos pringaremos de chubasco y entonces comprarás golosinas y yo solo te diré: a ver quién es más dulce!!! Te beberás un oceano de mis miedos en un vasito de agua que pondré en la mesilla cada noche, tendré que despertarte por la mañana, lo siento, pero es que dormir contigo es más excitante que cualquiera de mis sueños. Quiero este aquelarre de humo, este complot de elegías, quiero en verdad cada sombra y cada despiste, tus medias sonrisas, este no saber qué hacer ni dónde, pero contigo, no te vayas demasiado lejos porque puedo mover un planeta para encontrarte, no me importan los continentes si tu eres el contenido, y espero que a ti no te importen las confidencias, los atracos a beso o muerte, todo lo que se mueve en un sigilo. Voy a pasar mis brazos por tus hombros cuando vayamos al cine, voy a discutir contigo sobre el final de cada película, sobre el principio de nuestra historia, voy a abrir las ventanas de par en par para que entres en mi vida de la unica forma que sabes: volando. Mira: yo no sé exactamente qué es lo que haces pero desde que lo haces todo es maravilloso.
Tayler Durden
Aquí empezó todo y aquí acabó (casi) todo
19 de febrero de 2013 (7:43 p. m.) | 0 flores
A los veintidós años, en primavera, Sumire se enamoró por primera vez. Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo. Y, sin que su furia amainara un ápice, barrió el océano, arrasó sin misericordia las ruinas de Angkor Vat, calcinó con su fuego las selvas de la India repletas de manadas de desafortunados tigres y, convertido en tempestad de arena del desierto persa, sepultó alguna exótica ciudad amurallada. Fue un amor glorioso, monumental. La persona de quien Sumire se enamoró era diecisiete años mayor que ella, estaba casada. Y debo añadir que era una mujer. Aquí empezó todo y aquí acabó (casi) todo.
No me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo
17 de febrero de 2013 (7:10 p. m.) | 0 flores
No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza
por eso de que sus caderas...
Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras
y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.
Pero además la he visto seria, ser ella misma,
y en serio que eso no se puede escribir en un poema
Por eso, eso que me cuentas de que mírala cómo bebe las cervezas,
y cómo se revuelve sobre las baldosas,
y qué fácil parece a veces enamorarse.
Todo eso de que ella puede llegar a ser ese puto único motivo
de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción...
Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.
Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que ella aparezca de golpe y de frente
para decirte, venga, hazte un peta y me lo cuentas.
No sabes lo que es despertarte y que ella se retuerza y bostece,
luego te abrace y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo.
Así que supondrás que yo soy el primero que entiende,
el que pierdas la cabeza por sus piernas y el sentido por sus palabras,
y los huevos por un mínimo roce de mejilla.
Que las suspicacias, los disimulos cuando su culo pasa,
las incomodidades de orgullo que pueda provocarte,
son algo con lo que ya cuento.
Quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada,
que hace tiempo que escribo los míos.
Que yo también la veo.
Que cuando ella cruza por debajo del cielo solo el tonto mira al cielo.
Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior.
Que conozco su voz en formato susurro, y formato gemido
y en formato secreto.
Que me sé sus cicatrices,
y el sitio que la tienes que tocar en el este de su pie izquierdo para conseguir que se ría, y me sé lo de sus rodillas,
y la forma que rozar las cuerdas de una guitarra.
Que yo también he memorizado su número de teléfono,
pero también el número de sus escalones,
y el número de veces que afina las cuerdas antes de ahorcarse por bulerías.
Que no sólo conozco su última pesadilla,
también las mil anteriores,
y yo sí que no tengo cojones a decirle que no a nada,
porque tengo más deudas con su espalda
de las que nadie tendrá jamás con la luna (y mira que hay tontos enamorados en este mundo).
Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente ella,
rendida a ese puto milagro que supone que exista.
Que la he visto volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos,
y la he visto formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que la puso el camino,
y la he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana:
no me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo.
Que lo de "Mira sí, un polvo es un polvo",
y eso del tesoro pintado de rojo sobre sus uñas
y sólo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de su nombre.
Que te entiendo. Que yo escribo sobre lo mismo. Sobre la misma.
Que razones tenemos todos.
Pero yo, muchas más que vosotros.
Co-razones
Carlos Salem
Instrucciones para llorar
(9:31 a. m.) | 0 flores
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
Julio Cortázar
La lenta máquina del desamor
16 de febrero de 2013 (11:56 p. m.) | 0 flores
los engranajes del reflujo,
los cuerpos que abandonan las almohadas,
las sábanas, los besos,
y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo,
ya no mirándose entre ellos,
ya no desnudos para el otro,
ya no te amo,
mi amor.
Julio Cortázar
Qué raro, verdad, que una mujer no pueda olerse como la huele el hombre
14 de febrero de 2013 (9:28 p. m.) | 0 flores
“Los perfumes, los himnos órficos, las algalias en primera y en segunda acepción… aquí olés a sardónica. Aquí a crisoprasio. Aquí, esperá un poco, aquí es como perejil pero apenas, un pedacito perdido en una piel gamuza. Aquí empezás a oler a vos misma. Qué raro, verdad, que una mujer no pueda olerse como la huele el hombre. Aquí exactamente. No te muevas, déjame. Olés a jalea real, a miel a en un pote de tabaco, a algas aunque sea tópico decirlo. Hay tantas algas, la Maga olía a algas frescas, arrancadas al último vaivén del mar. A la ola misma. Ciertos días el olor a alga se mezclaba con una cadencia más espesa, entonces yo tenía que apelar a la perversidad —pero era una perversidad palatina, entendé, un lujo de bulgaróctono, de senescal rodeado de obediencia nocturna—, para acercar los labios a los suyos, tocar con la lengua esa ligera llama rosa que titilaba rodeada de sombra, y después, como hago ahora con vos, le iba apartando muy despacio los muslos, la tendía un poco de lado y la respiraba interminablemente, sintiendo como su mano, sin que yo se lo pidiera, empezaba a desgajarme de mí mismo como la llama empieza a arrancar sus topacios de un papel de diario arrugado. Entonces cesaban los perfumes, maravillosamente cesaban y todo era sabor, mordedura, jugos esenciales que corrían por la boca, la caída en esa sombra, the primeval darkness, el cubo de la rueda de los orígenes. Sí en el instante de la animalidad más agachada, más cerca de la excreción y sus aparatos indescriptibles, ahí se dibujan las figuras iniciales y finales, ahí en la caverna viscosa de tus alivios cotidianos está temblando Aldebarán, saltan los genes y las constelaciones, todo se resume alfa y omega, coquille, cunt, concha, con, coño, milenio, Armagedón, terramicina, oh callate, no empecés allá arriba tus apariencias despreciables, tus fáciles espejos. Qué silencio tu piel, qué abismos donde ruedan dados de esmeralda, cínifes y fénices y cráteres…”
Capítulo 144 de Rayuela
Julio Cortázar