Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos
2 de marzo de 2013 (5:04 p. m.) | 0 flores
Entre la Maga y yo crece un
cañaveral de palabras, apenas nos separan unas horas y unas cuadras y ya mi pena
se llama pena, mi amor se llama mi amor... Cada vez iré sintiendo menos y
recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un
diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los
adjetivos en el discurso. Y no le hablo con las palabras que
sólo han servido para no entendernos, ahora que ya es tarde empiezo a elegir
otras, las de ella, las envueltas en eso que ella comprende y que no tiene
nombre, auras y tensiones que crispan el aire entre dos cuerpos y llenan de
polvo de oro una habitación o un verso. ¿Pero no hemos vivido así todo el
tiempo, lacerándonos dulcemente? No, no hemos vivido así, ella hubiera querido
pero una vez más yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir
que me entregaba a una vida profunda de la que sólo tocaba el agua terrible con
la punta de pie. Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está
nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer
para levantarse mejor con el impuso. Yo describo y defino y deseo esos ríos,
ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los
nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede
vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese
desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le
abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para
mí, enterrado en perjuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo,
condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo.
Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos.
Fragmento de Rayuela
Julio Cortázar